La pregunta que más me hacen
es que por qué llevo una uña
sin pintar,
que si se me ha roto
que si se me ha caído.
Las cosas que faltan por
dentro no se notan por fuera.
Y a veces ni eso.
Llevo una uña sin pintar
porque me faltan cosas,
personas,
y me gusta recordármelo,
porque cada vez que
intento mirar dentro
me ahogo.
Mi uña sin pintar,
es un abrazo por la
mañana
y un beso por la noche
desde que tengo uso de
razón,
un 'cuidado'
un 'así te vas a hacer
daño'
y un 'deja que te ayude'
desde que puedo recordar,
es una comida casera,
una tarde de pelis desde
el suelo,
un 'te ayudo con los
deberes'
desde hace dieciocho
años,
desde hace dos.
Mi uña sin pintar
son unos buenos días y
unas buenas noches
con fecha de caducidad,
un 'eres alguien'
que nadie me dijo,
una puesta de sol a 600
kilómetros de la mía,
explicaciones,
cables,
ausencias.
Mi uña sin pintar
es una cama a 1200 kilómetros
de la mía,
unas baldosas que tengo
que pisar
de una sola mano,
una respiración a un
milímetro de la mía,
una canción de Sabina,
un libro de poesía,
un cuadro sin terminar,
un.
Mi uña sin pintar
son mis abuelos,
mi madre y mi hermana,
cuando estoy sola en
casa.
Mi uña sin pintar soy yo,
cuando no estoy conmigo.
Mi uña sin pintar
hoy es una mano entera.
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