Me he dado cuenta hoy de que casi te leo y te escribo a
diario, y aún no estoy segura de que eso sea completamente bueno, sólo sé que
cuando lo hago me siento más cerca de ti. Probablemente tu esto no lo sepas
nunca, tampoco tengo la necesidad de hacértelo saber, me vale con saberlo yo.
Realmente no espero nada, pero escribir es la única vía de escape en la que no
pasas el peaje del 'voy a intentar ayudarte' y así, duele menos. El hecho de
que haya un número infinito de kilómetros entre los dos es lo que lo hace
realmente difícil, si estuvieses aquí, cogerte de la mano no sería una ilusión
etérea y podía sentirte y preguntarte por lo que sientes.
No sé, supongo que las barreras que tenemos nos las ponemos
nosotros, aunque a veces nos las ponemos con los ojos cerrados y no pensamos en
lo que puede pasar cuando los queremos abrir. Supongo que si pensásemos un poco
más en lo que hacemos con los ojos cerrados luego no sería tan doloroso
abrirlos y ver que hemos sido nosotros mismos los que nos hemos atado. Supongo
que las metáforas no ayudan a no ser que las desates tu, como los cordones de
mis botas o los nudos de tus corbatas, que aunque no lleve, yo también sé tener
nudos, y sé todo lo que son capaces de ahogar si se lo proponen y sé que a
veces no hay que tirar de uno de los cordones para desatarlos, porque te ahogas
más. Supongo a las sonrisas fingidas no deberíamos de llamarlas así, porque no
son lo mismo que las de verdad. Que llevar el pelo alborotado de cualquier
manera podría ponerse de moda, porque te queda mejor que cualquier cosa que te
pongas, que las colonias están sobrevaloradas a no ser que hagan una de ti y
que tus ojos no los tiene cualquiera.
Supongo que las cosas tienen otro color cuando estás tú, o
simplemente sea yo que las miro de otra manera, que las canciones tienen
sentido porque tú se lo das o que las pinceladas en los cuadros iban para el
otro sentido cuando te ibas. Supongo que todo lo que escribo está solo en mi
cabeza, pero eso ya significa que has estado ahí, y que sea por lo que sea no
te has ido todavía. Supongo que es difícil hablar de ti cuando saben de quien
hablo, pero no me cuesta cuando me miran con admiración hablar de alguien a
quien quiero. Supongo que te quiero.
La verdad es que me cuesta decirlo, mi cabeza empieza a
echar humo hacia dentro y me ahogo sola, supongo que porque no es una expresión
que use todos los días y a todas horas, y sea como esa ropa que te pones para
bodas y comuniones y te sientes incomoda con ella cuando te toca ponértela,
pero luego también te la pones los días de después porque ya te has acostumbrado.
Pero es que yo no quiero acostumbrarme a ti, ni a quererte,
ni a las barreras que tenemos, ni a las metáforas de los cordones de mis botas
o las de los nudos de tus corbatas, me niego a que las cosas tengan otro color
sólo cuanto tú estés, que los cuadros cambien el sentido de las pinceladas sólo
por tu culpa o que las canciones hablen en mi idioma por que estés cerca y todo
eso se convierta en mi rutina.
No quiero rutinas a tu lado, no quiero acostumbrarme a nada.
Ojalá despertarme y no depender de ti pero sentir algo parecido a la necesitad
de que estés al otro lado de la cama (en tu lado de mi cama, o yo en mi lado de
la tuya) aunque supongo que siempre podremos declararnos la guerra, buscando
alguna que otra reconciliación.
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