No puedo pedirle a nadie que las cosas vuelvan a ser como
antes. Quizás yo mismo me lo busqué. No puedo esperar que todo se arregle y
marche bien. Quizás debe de quedar así. No puedo sonreír como si no me pasara
nada. No puedo dejar de pensar en el porqué de aquello. No puedo dejar que esto
me afecte de esta manera. No quiero esto. El día a día está acabando conmigo.
Me consume, me hace preso de mi mismo. Me estoy ahogando en mi propia mierda y
no está ese alguien el cual me lanzaba el flotador para rescatarme. Quizás se
cansó de lanzarlo. Llegar a la cama y no parar de pensar, de darle vueltas a
todo, de querer que todo vuelva a ser como antes, sabiendo que no va a serlo.
Bien cierto es que no te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes. Y
aunque ésta situación sea un déjà vu constante y vivido una decena de veces,
siento que es el último. Siento que es el definitivo, y eso me aterra. Me
aterra y me horroriza. No quiero que sea así, no quiero perder todo lo que
quiero, no puedo y no debo perderlo. La impotencia es tremenda, esa sensación
de no poder hacer nada, ya que no depende de ti. Esas ganas terribles de querer
soltarlo todo por la boca y no poder o no deber hacerlo. Ese "me muero de
ganas de estar contigo, a tu lado, ahora mismo" que jamás se volverá a
producir. Ese "eres lo mejor de mi vida y no te cambiaría por nada del
mundo" mudo, inerte.
Las ganas perduran, las fuerzas flaquean...
Mientras, el tiempo
juzga todo cuanto le rodea con su látigo de indiferencia y lo clasifica en el
montón de las ilusiones rotas. Mientras, los segundos pasan ajenos a todo,
corrompiendo y haciendo olvidar lo pasado y lo que está por pasar; pues ya ha
dictaminado su sentencia y ésta es el olvido más vacío que pueda existir,
ensordecedor.
Mientras, yo escribo para intentar desahogarme, para lo que
se dice vulgarmente "matar el tiempo". Para que engañarnos, escribo
para dejar de torturarme al menos unos minutos. No es la soledad lo que me
mata, es la falta de aquella piedra angular en mi vida lo que me quita las ganas
de todo. Y es que hace años me prometí a mi mismo que nada ni nadie podría
arrebatarme el más mínimo de mis sentimientos, y así fue hasta la fecha. Hasta
que el destino cruzó ante mis ojos aquello que yo buscaba sin saberlo todavía.
Me pusieron delante algo que dio un brusco giro a mi forma de pensar, a mi
forma de vivir, a mi corazón. No fue inminente, pero con el tiempo mi cabeza ya
había hecho un hueco para que eso habitara en ella para toda la vida, y si
aquello se marchaba, su recuerdo perduraría allí por siempre. Y las personas
somos así, todas; tendemos a añorar lo que nos ha dado buenos momentos y
olvidamos ligeramente los malos momentos. La balanza, sea como sea, nos
adjudica la derrota a nosotros.
Y que complicado es vivir con la cabeza en un sitio y el
corazón en otro, es el acto más cruel que nadie jamás pueda acontecer. El
corazón siempre acaba tirando más que la razón, y eso es por algo, eso
significa que hasta el mecanismo más perfecto puede tener disyuntivas y decidir
tomar el camino de algo a lo que no estaba predeterminado; eso es esperanzador, sin lugar a dudas.
Plasmar en tinta las lágrimas de una vida, de un proyecto,
una ambición, felicidad. El caramelo que le quitas al niño de las manos después
de entregárselo. El mundo del mañana que se enseña a las futuras generaciones y
el mundo real en el que se encuentran. Nadar, nadar y nadar para acabar
muriendo en la orilla. Esfuerzo y sacrificio no siempre van unidos a éxito.
@wakimoxi
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