lunes, 10 de marzo de 2014

Se me da bien fantasear, creo que de mayor seré fantaseadora profesional


Nunca me hizo falta nada más de lo que tuve o de lo que iba consiguiendo poco a poco por mi misma. Siempre me gustaba apartarme del barullo de la gente de vez en cuando y ver donde realmente estaba y lo que habíamos pasado hasta llegar allí. Nunca fui de las que pedían ayuda o se quejaban.Siempre hacía las cosas que hacía por mi misma y por mi misma también asumía las consecuencias.

Aquella noche después de que todo hubiera pasado, sentía la necesidad de hacerme amiga de un banco y de una botella de cerveza, después de tanto tiempo entre risas y tragos, mi vertido terminó peor de como todos me decían que estaba. Me gustaba, sobre todo en las noches de verano, cuando con suerte, si abres mucho los ojos y miras al cielo puedes vislumbrar alguna estrella tímida que se asoma para mirar el mundo. Siempre que estaba haciendo eso, pedía que ese momento fuese eterno, podría pasarme la vida mirando el cielo sin hacer nada más. Es tan grande que siempre encontraba algo nuevo que mirar cada vez que alzaba la vista.

Pero no estaba sola, por lo menos no desde que me di cuenta de que tu también estabas allí, te acercaste y sin decir nada te sentaste a mi lado, como si vieras que me hacía falta compañía, la verdad es que no te esperaba, nunca espero a nadie, no me considero la típica persona a la que la gente 'se le tira encima', siempre huyen de mi; yo también huiría. Pero ahí estabas, encorvado hacia delante con un vaso a medio terminar de cerveza en la mano de repente me preguntaste lo que la mayoría de gente en su sano juicio preguntaría a alguien que está apartado de los demás: '¿Que, no te diviertes ahí con todos?', mis respuestas suelen descolocar mucho a la gente, lo se por la cara que pusiste cuando te dije: 'Me divierto más a aquí, sola'. Me resultó gracioso que hicieras el amago de levantarte para irte, pero me sorprendió más que te quedaras cuando te agarré de la mano, la ultima vez me costó más retenerte que un simple tirón para evitar que te fueras, ese siempre había sido nuestro juego, a veces te ibas tu y a veces yo, pero al final siempre nos quedábamos. Pusiste el brazo detrás de mi cuello y nos quedamos recostados hacia atrás en aquel banco mientras las estrellas observaban y eran observadas. Intentaba explicarte por qué a veces se estaba mejor apartado de los demás que en un sitio donde todos tienen más alcohol que sangre encima, no escuchabas, como siempre no esperé que lo hicieras, soy demasiado pesada y monótona como para merecerme la atención de cualquiera.

Acabé de contarte mis divagaciones sobre estrellas y universos y me preguntaste algo que nunca me esperé que preguntaras: '¿Es difícil enamorarse de alguien?' la verdad es que la respuesta era difícil viniese de quien viniese la pregunta, siempre se me dieron mal las indirectas, pero sabía con certeza que ésta no era una de ellas. Tardé tanto en pensarme la respuesta que giraste la cabeza hacia mi para cerciorarte de que no te estaba ignorando, aunque sabías que yo nunca haría eso. Yo seguía mirando las estrellas pero sabía que mi respuestas te pilló desprevenido. No me había enamorado nunca de nadie, no podía darte una respuesta que fuese verdad desde mi punto de vista, pero basándome en la de veces que la gente de mi edad de mi alrededor había dicho las palabras 'le/la quiero' seguidas de 'estoy enamora/o de el/ella' te dije que por lo visto no era excesivamente complicado enamorarse. Entonces seguiste preguntándome que porqué nadie se enamoraba de ti; la verdad es que nunca se me pasó por la mente que pensases cualquier cosa relacionada con ese tema pero te dije que a lo mejor había alguien enamorada de ti pero que nunca te lo había dicho, te quedaste como si fuese la última respuesta que esperabas oír, pero yo ya estaba acostumbrada a que la gente reaccionara así cuando habla conmigo, suelo decirles lo que quieren escuchar pero no de la misma manera que esperan, así me parece que guarda un poco más el misterio.

Seguimos mirando las estrellas en silencio, cuanto más tiempo pasaba, más estrellas se atrevían a saludarnos en aquella noche, entonces me volviste a preguntar si yo sabía quien podría estarlo, te dije que cualquiera, nunca me cansé de repetirte que tus ojos eran los más bonitos que había visto nunca, pero tu nunca me creías. Empezaste a jugar con mi pelo, con la parte que daba a tu mano izquierda, porque tu brazo aún seguía detrás de mi cuello, me acurruqué en ese brazo; era una noche preciosa, pero a esas horas hacía frío, el suficiente como para usarlo de escusa para que me abrazaras contra ti. Preguntaste si yo estaba enamorada de ti y volví a decirte que tus ojos eran los que hacían todo ese trabajo. La verdad era que nunca me había parado a mirarte de ese modo, pero esa noche por primera vez lo pensé, pero la respuesta de mi mente fue la misma pregunta que me hacía con todo el mundo '¿Por que tu, si las hay más y mejores?', entonces dejé de pensar y simplemente en vez de dejar que mi mente me hiciera era pregunta te la hice yo a ti, no es que quiera apartar a todo el mundo de mi lado, es que sólo puedo permitirme el lujo de ser soñadora a tiempo parcial, y en ese momento, no podía soñar.

No dijiste nada, era de esperar, no había nada que decir, seguimos mirando estrellas que aumentaban con las horas, mi cabeza en tu hombro y mi tu brazo en mi cuello. Bajaste la cabeza y me miraste, sentía que me mirabas, no era algo que ocurriese todos los días pero sabía que me estabas mirando, me gustaba, no sabía por qué, pero se estaba a gusto y no mucho después empecé a mirarte yo, sentía que me estabas haciendo un favor y tenía la necesidad de devolvértelo, mi pelo seguía en su viaje extraterrenal volando entre tus dedos y entonces tu mano empujo suavemente mi cabeza hacia la tuya y entre tus labios y los míos dejó de pasar el aire que nos acompañaba desde que nos habíamos sentado en aquel banco...




Bajé la botella de cerveza y tragué lo que acababa de beber de la propia, saqué un pañuelo del bolso y me intenté quitar el rimel de la cara, al menos todo el que pude, me levanté sin poder dejar de llorar y empecé a caminar hacia mi casa, me giré, me quedé mirando al banco sólo unos segundos más y seguí andando; no había estrellas que pudieran ser testigos de nada, porque solo estaba yo, y aquella botella de cerveza, en ese banco, aquella noche.

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