Hoy no hablaré de ti, me apetece que los focos solo me
enfoquen a mí, solo a mí, después de todo es mi historia la que cuento, tu solo
apareces en algún capitulo. Antes, cuando en mi mente solo estábamos mi
pensamiento y yo, las cosas, eran de otra manera, era otro mundo, otra
realidad.
“Mi vida consistía, en levantarme por la mañana, desayunar,
ir al instituto, volver, comer, hacer deberes, cenar y dormir. Dormir, para
imaginarme un mundo, en el que alguien, que aún no tenía cara, que aún no tenía
cuerpo, que para mi aún no existía, me quería, me abrazaba, me besaba, no le
importaban mis complejos, ni mis debilidades, y mi infancia aún presente en mi,
simplemente quería estar conmigo, y yo con él. Eso era lo que soñaba, y para lo
que vivía, era mi ilusión, mi fantasía, la razón por la que cada mañana me levantaba,
para encontrar a ese alguien, y si no lo había encontrado, volver a dormir para
soñar con él.
Hubo un día en el que no me hizo falta soñar con ese
alguien, simplemente apareció, me dio todo aquello que soñé, me hizo vivir mis
sueño, me hizo sonreír, me hizo cómplice de sus sonrisas, era consciente de que
se iba a terminar, que no iba a durar eternamente, que algún día aquel sueño
llegaría a su fin. Ese día no quería que nunca llegara, intenté retrasarlo todo
lo que pudo, me quedaba durmiendo hasta tarde para que el reloj dejara de
avanzar.
Fue entonces cuando me di cuenta, si no vivía mis sueños
ahora, no podría vivirlos nunca más, se iban a esfumar si no los aprovechaba,
aquel día salí de cama, caminé decidida hacia él, le sostuve con fuerza, no
estaba dispuesta a dejarle ir, por mucho que me costara retenerlo se iba a
quedar conmigo el mayor tiempo posible. La última vez que te vi, te alejabas,
miraba como te ibas sabiendo que no podría evitarlo, lo único que me quedé
pensando fue en aquel beso que me regalaste en mi portal, tuve la sensación de
que sentías lo mismo que yo, que tu tampoco querías irte, sin embargo ya
estabas lejos, y eso no lo pudiste apreciar.
Entonces, llegó el día, ni siquiera fui a despedirte, dejé
que te fueras, no mire hacia delante, sabía que ahí no ibas a estar, era
consciente de que mirar hacia atrás me iba a hacer más daño del que tu ya me
había hecho, comencé a caminar mirando las baldosas de la acera, las ramas de
los árboles y las nubes en el cielo.
Cada una de esas cosas, por insignificante que pareciera, me
recordaba a ti, era inevitable, me prometí no pensar en ti, seguir soñando como
hasta ahora había estaba haciendo, jamás fingir una sonrisa, seguir viviendo mi
vida como si nada hubiera pasado, como si todo hubiera sido un sueño, pero no
pude, se me hacía muy complicado engañarme a mi misma de la misma manera en la
que engañaba a los demás, ellos no sabían lo que me pasaba, pero yo si lo
sabía, y me era muy difícil darme la espalda a mí misma, seguir caminando
sabiendo que a lo mejor, no podría volver a vivir mi sueño.
Con el tiempo, deje de pensar tanto en aquello, aprendí a sonreír
por mí misma, aprendí a seguir con mi vida, aprendí a vivir con desilusiones, a
ilusionarme de nuevo, aprendí a vivir sin ti.
Miré la acera, las ramas de los arboles, las nubes en el
cielo, ya no me recordaban a ti, ahora tan solo eran baldosas, ramas, nubes,
como siempre había sido, como siempre me habían acompañado. La gente empezó a
decir que “lo había superado”, mi pensamiento esta distinto, yo no pensaba que lo
había superado, eso es colocarme en un plano superior a aquello, y yo no estaba
por encima ni por debajo de nada ni de nadie, simplemente a prendí a vivir con
ellos, sin que me afectara, era la misma persona que antes, dejé de fingir sonrisas,
de engañar al resto del mundo y sobre todo de ser alguien que nunca fui.”
Ese día descubrí lo que nadie, excepto tu, fuiste capaz de
enseñarme, descubrí que la única manera de olvidar un sueño, es empezar a
perseguir otro.
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