domingo, 25 de agosto de 2019

The end of the fucking world


He visto caer 1000 tormentas
sin hacerse ni un sólo rasguño,
como si tuviesen la práctica suficiente
de haberlo hecho 1000 veces antes de ésta,
y se supiesen de memoria todos los tropiezos.

Me quiero quedar en la primera sensación
que tuve la primera vez que le vi,
-y a lo mejor también en la segunda-
en la magia que siempre intento contar
como si no la fuese a encontrar igual
en ningún otro sitio,
como si la pudieseis entender.

Sé con bastante certeza
que no voy a ser capaz de volver a ese punto
pero es que no me molesta
porque desde entonces va en aumento
en plan cuesta arriba en montaña rusa
-y por mucho que quiera,
no puedo no pensar en la hostia de la bajada-.

Somos el reflejo
de nuestra propia onda expansiva de historia,
y acercarnos al mismo vértice
nos hace vernos con más claridad,
aunque tú siempre hayas sido luz.

La velocidad siempre la he visto
como nunca he podido dibujarla,
borrosa
y de tu mano,
y siempre me tiembla la mía
cuando cojo el lapiz,
porque pensar en eso
siempre produce terremotos,
hiperventicaciones
y turbulencias
pero he aprendido a aterrizar bien
-como la lluvia-
sin hacerme daño.

He hecho hueco en la maleta de ilusiones
al hacer realidad alguna,
ahora caben todas las nuevas
que llevaba en los bolsillos
y tengo ayuda para cerrarla
o para hacer hueco
y que quepan más.

Alguien dijo una vez
'lo(s) demás eran simulacros,
tú eres el incendio'.

Y tú eres el incendio.

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