lunes, 9 de junio de 2014

Después de aquella noche de verano

Un día más divagación, una noche más mejor dicho. Últimamente es difícil que me ponga a escribir sin estar llorando, lo triste no es que esté llorando, sino el motivo por el que lloro. En sí no tiene mucho misterio y mucho menos sentido del que esperáis, si es que alguien espera algo. 

¿No os ha pasado nunca algo que no sabéis por qué habéis hecho, os martirizáis por ello aunque os hubiera gustado y cuando lo habéis 'superado' aparece otra vez? Solo una vez, y en realidad sí supe por qué lo había hecho, me martiricé muchísimo más justo por saberlo y la razón por la que lloro no es porque no lo haya superado.

Os habré contado aquella historia incontables veces, con un montón de escenario diferentes pero la sensación al revivirlo, imaginarlo y escribirlo era la misma. Lo que nunca os he contado fue lo que pasó después, por que siempre escribo lo que suele ocurrir una noche, no los dos años de después, eso es lo que estropea una historia, lo que pasa después de lo bonito. 

Situémonos en lo que pasa después de aquella noche de verano en la que no hacía ni frío ni calor, solo hacía. 

Él se fue. Y ella, simplemente se dedicó a soñar meses con esa noche. Él vivía lejos, y volvería para cuando la gente de donde vivía ella, esperaba nieve y luces en las calles que acompañasen las de las farolas. Él vino, y se fue, se vieron, y se ignoraron, como si no hubiera pasado nada. Para él al parecer no había pasado nada, y ella se preguntó por qué para ella si. Al parecer después de ver tantas películas de esas en las que hay besos perfectos de personas perfectas en situaciones perfectas pensaba que lo que le pasaba a los protagonistas después, lo de que eran felices y comieron perdices, también le pasaría a ella. Cuando se dio cuenta de eso, se dio cuenta de que el error estaba en que ellos no había sido personas perfectas, ni habían tenido besos perfectos en situaciones perfectas, simplemente eran personas normales, de ahí la normalidad de después. 

Antes de aquella noche de verano, ellos se mandaban cartas, era una forma original y especial de hablar entre ellos. Él siempre tardaba más en responder porque siempre parecía tener más cosas en la cabeza y en su vida, mientras que ella era lo más vago de persona del mundo y como no tenía nada que hacer contestaba nada más tener su última carta. Pasaron dos años con esa situación, pero cada vez las cartas tardaban más, el verano después de navidad no vino, pero la navidad siguiente si, y pasó lo mismo que la anterior, como si no lo hubiera hecho. Apenas había cartas, hasta que un día dejó de esperarlas, pero justo antes de llegar a lo que sería el verano con el que se cumplirían dos años desde aquella noche, le llegó una.

Un folio reciclado escrito con letra pequeña pero desordenada, con una tinta casera un poco más clara que un café con leche, como todas las anteriores, no había ni una diferente, todas monótonas, era una manera de no confundirlas con las de nadie. Como en las últimas que había recibido, lo primero que había escrito y por tanto lo primero que ella leyó fueron las disculpas y motivos de la tardanza. Pero lo diferente estaba justo debajo, unos versos que hacían de explicación a un trocito de cartón del mismo tamaño tamaño que la carta donde había una acuarela que ilustraba los versos antes narrados;

"Yo que viví en un puerto desde donde te amaba.
La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles"


Fue la primera vez que hacía algo diferente. Al darle la vuelta al papel, la carta seguía con el principio y estribillo de una canción de Celtas Cortos;

"A veces llega un momento en que te haces viejo de repente
sin arrugas en la frente pero con ganas de morir
paseando por las calles todo tiene igual color
siento que algo hecho en falta no se si será el amor"

lo que a su parecer (el de él) explicaba por qué había tenido que recurrir a versos ajenos y no propios para hacer el dibujo con las acuarelas, y la carta terminaba con la petición de intercambiarse un dibujo con la técnica que fuese en cada carta que se enviasen desde entonces, y después de eso, se despidió.

A día de hoy después de que la carta lleve casi dos semanas en su poder aún no sabe qué responder.

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